El reciente caso de Valeria Afanador ha sacudido a toda la comunidad de Sabana Centro y del país. Su ausencia no solo deja una herida profunda en las familias y vecinos de Cajicá, sino que también plantea un llamado urgente a la reflexión: ¿estamos realmente garantizando la seguridad y el acompañamiento de nuestros niños dentro y fuera de las instituciones educativas?

Cada día, padres y madres confían lo más sagrado que tienen —sus hijos— a colegios, jardines y escuelas. Durante horas, los niños permanecen bajo la responsabilidad de estas instituciones, y esa confianza debe traducirse en un compromiso inquebrantable de cuidado, vigilancia y protección.

El caso de Valeria nos recuerda que la seguridad no es un asunto secundario ni un simple protocolo; es un deber fundamental. Las familias necesitan certezas de que sus hijos regresarán a casa sanos, protegidos y felices. No basta con educar: se requiere construir entornos seguros, con adultos responsables y sistemas que eviten cualquier riesgo.

La tragedia que hoy lamentamos debe transformarse en un aprendizaje colectivo. Como sociedad, debemos exigir que la seguridad de los niños sea una prioridad absoluta en las instituciones educativas y en los espacios comunitarios. Solo así podremos honrar la memoria de Valeria y evitar que historias como la suya se repitan. @el_sabanario OPINE AQUÍ Y COMPARTA

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